Pero la sunamita subió hasta donde estaba el hombre de Dios. Se aferró a los pies de Eliseo y Guiezi se acercó para quitarla. Pero el hombre de Dios le dijo a Guiezi: —¡Déjala en paz! Está desconsolada y el SEÑOR no me advirtió de nada, me ocultó esta noticia.