35. Por eso, serán culpables de la muerte de toda persona buena en el mundo; comenzando por la muerte de Abel hasta terminar con la muerte del profeta Zacarías, que era hijo de Berequías. A este profeta lo mataron entre el templo y el altar de los sacrificios.
36. Les aseguro que todos ustedes serán castigados por esto.
37. »¡Gente de Jerusalén, gente de Jerusalén! Ustedes matan a los profetas y a los mensajeros que Dios les envía. Muchas veces quise protegerlos, como protege la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero ustedes no me dejaron.
38. Su templo quedará abandonado.
39. Les aseguro que a partir de este momento no volverán a verme, hasta que digan: “Bendito el Mesías que viene en el nombre de Dios”.»