37. Jesús regresó a donde estaban los tres discípulos, y los encontró durmiendo. Entonces le dijo a Pedro:«Simón, ¿te has quedado dormido? ¿No pudiste quedarte despierto ni una hora?
38. No se duerman; oren para que puedan resistir la prueba que se acerca. Ustedes quieren hacer lo bueno, pero no pueden hacerlo con sus propias fuerzas.»
39. Jesús se apartó otra vez, y repitió la misma oración.
40. Cuando regresó a donde estaban los tres discípulos, otra vez los encontró dormidos, pues estaban muy cansados. Jesús los despertó, pero ellos no sabían qué decir.
41. Luego fue a orar por tercera vez, y cuando volvió les dijo: «¿Siguen descansando y durmiendo? ¡Levántense! Ya vienen los hombres malvados para arrestarme a mí, el Hijo del hombre.
42. Levántense y vengan conmigo, que allí viene el que me va a entregar.»
43. Todavía estaba hablando Jesús cuando llegó Judas, uno de los doce discípulos. Con él venían muchos hombres armados con cuchillos y palos. Los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes judíos los habían enviado.
44. Judas ya les había dicho: «Al que yo bese, ése es Jesús. Arréstenlo y llévenselo bien atado.»
45. Judas se acercó a Jesús y le dijo: «¡Maestro!» Y lo besó.
46. Los hombres arrestaron a Jesús.
47. Pero uno de los que estaban allí sacó su espada, y le cortó una oreja al sirviente del jefe de los sacerdotes.
48. Luego Jesús preguntó a la gente:—¿Por qué han venido con cuchillos y palos, como si fuera yo un criminal?