1. Tiempo después, Jesús regresó a la ciudad de Jerusalén para asistir a una fiesta de los judíos.
2. En Jerusalén, cerca de la entrada llamada «Portón de las Ovejas», había una piscina con cinco entradas, que en hebreo se llamaba Betzatá.
3-4. Allí, acostados en el suelo, había muchos enfermos: ciegos, cojos y paralíticos.
5. Entre ellos había un hombre que desde hacía treinta y ocho años estaba enfermo.
6. Cuando Jesús lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tiempo había estado enfermo, le preguntó:—¿Quieres que Dios te sane?
7. El enfermo contestó:—Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se mueve. Cada vez que trato de meterme, alguien lo hace primero.
34-35. Las enseñanzas de Juan fueron como una lámpara encendida en la oscuridad, y por un tiempo ustedes se alegraron de escucharlas.»Pero yo no necesito que nadie hable bien de mí. Si he mencionado a Juan, ha sido sólo para que ustedes crean y Dios los salve.