2-3. «Dios dice que Jerusalén caerá definitivamente bajo el poder del ejército del rey de Babilonia. Dios dice también que los que se queden en Jerusalén morirán en la guerra, o de hambre o de enfermedad. Por el contrario, los que se entreguen a los babilonios salvarán su vida. Serán tratados como prisioneros de guerra, pero seguirán con vida».
15. Yo le contesté:—No tiene caso; cualquiera que sea mi respuesta, usted me mandará a matar; y si le doy un consejo, no me va a hacer caso.
16. Pero, sin que nadie se diera cuenta, el rey me hizo este juramento:—¡No pienso matarte, ni tampoco pienso dejar que te maten! ¡Eso te lo juro por el Dios que nos ha dado la vida!
17. Entonces le dije:—El Dios todopoderoso asegura que, si todos ustedes se rinden ante los jefes del rey de Babilonia, tanto Su Majestad como su familia se salvarán de morir, y evitará que le prendan fuego a la ciudad.
18. Si no se rinden, entonces el ejército babilonio conquistará la ciudad y le prenderá fuego, y usted no podrá escapar.
19. El rey Sedequías me respondió:—Francamente, tengo miedo de los judíos que se han unido a los babilonios. Si llego a caer en sus manos, no me irá nada bien.
20. Yo le aseguré:—Dios ha dicho que si Su Majestad obedece, todo saldrá bien y esos judíos no le harán ningún daño.
21. Por el contrario, si Su Majestad no se rinde ante los babilonios,
22. todas las mujeres que aún quedan en su palacio caerán en manos de los jefes del rey de Babilonia. Entonces esas mismas mujeres le dirán a Su Majestad:“Tus amigos te engañaron y te vencieron.¡Eso te pasa por confiar en ellos!Tus amigos te abandonaron por completo,y ahora estás con el agua hasta el cuello”.
23. »Todas las mujeres y los hijos de Su Majestad caerán bajo el poder de los babilonios, y la ciudad será quemada. ¡Ni siquiera usted logrará escapar!
24. Sedequías me amenazó:—Escúchame, Jeremías: si en algo aprecias tu vida, más te vale quedarte callado, y que nadie sepa nada de esto.
25. Si los jefes llegan a saber que he hablado contigo, seguramente te van a preguntar de qué hablamos, y si no les dices todo, te amenazarán de muerte.
26. Te aconsejo que les digas que viniste a verme, para que no te mande de nuevo a la casa de Jonatán, pues no quieres morir allí.
27. Y así sucedió. Todos los jefes vinieron a interrogarme. Pero yo les dije exactamente lo que el rey me ordenó. Después de eso, no volvieron a molestarme; así que nadie se enteró de lo que habíamos hablado.
28. Y yo me quedé en el patio de la guardia, viviendo como un prisionero, hasta el día en que Jerusalén fue conquistada.