1-2. Dios me habló otra vez cuando el rey Sedequías me tenía preso en el patio de la guardia de su palacio. Fue en el tiempo en que el ejército babilonio tenía rodeada a la ciudad de Jerusalén. Para entonces Sedequías llevaba diez años de reinar en Judá, y Nabucodonosor llevaba dieciocho años como rey de Babilonia.
6. Yo dejé en claro que Dios habló conmigo,
9. Entonces le compré a mi primo el terreno, y le pagué por él diecisiete monedas de plata.
10. Llamé a unos testigos, y delante de ellos le pagué y firmé la escritura del terreno.
11. Se hicieron dos copias de este documento, y en las dos copias se explicaban las condiciones de compraventa; una de ellas quedó sellada, y la otra quedó abierta.
12. Yo le entregué las dos copias a Baruc, que era hijo de Nerías y nieto de Maaseías. Esto lo hice delante de mi primo Hanamel, de los testigos que habían firmado la escritura, y de toda la gente de Judá que estaba sentada en el patio de la guardia.
13. También delante de ellos le dije a Baruc:
14. «El Dios todopoderoso te ordena recibir esta escritura, tanto la copia sellada como la copia abierta. Guárdalas en una vasija de barro, para que no se echen a perder.
15. Dios nos promete que en este país volveremos a comprar casas, terrenos y viñedos».
16. Después de entregarle a Baruc la escritura, le pedí a Dios en oración:
17. «Dios de Israel, tú, con tu extraordinario poder, has creado el cielo y la tierra. ¡No hay nada que tú no puedas hacer!
18. Demuestras tu gran amor a miles de personas, pero también castigas a los hijos por el pecado de sus padres. ¡Tú eres grande y poderoso! ¡Por eso te llaman Dios del universo!
19. Tus planes son maravillosos, pero aún más maravilloso es todo lo que haces. Tú estás al tanto de todo lo que hacemos, y a cada uno nos das lo que merecen nuestras acciones.
20. »Todos saben de los milagros que hiciste en Egipto, y de los que sigues haciendo en todo el mundo.