1. Pablo miró a todos los de la Junta Suprema, y les dijo:—Amigos israelitas, yo tengo la conciencia tranquila, porque hasta ahora he obedecido a Dios en todo.
2. Entonces Ananías, el jefe de los sacerdotes, ordenó que golpearan a Pablo en la boca.
3. Pero Pablo le dijo:—Es Dios quien lo va a golpear a usted, ¡hipócrita! Usted tiene que juzgarme de acuerdo con la Ley; entonces, ¿por qué la desobedece ordenando que me golpeen?
4. Los demás judíos de la Junta le dijeron:—¿Por qué insultas al jefe de los sacerdotes de Dios?
5. Pablo contestó:—Amigos, yo no sabía que él era el jefe de los sacerdotes. La Biblia dice que no debemos hablar mal del jefe de nuestro pueblo.
6. Cuando Pablo vio que algunos de los judíos de la Junta eran saduceos, y que otros eran fariseos, dijo en voz alta:—Amigos israelitas, yo soy fariseo, y muchos en mi familia también lo han sido. ¿Por qué se me juzga? ¿Por creer que los muertos pueden volver a vivir?
7. Apenas Pablo dijo eso, los fariseos y los saduceos comenzaron a discutir. La reunión no pudo continuar en paz, pues unos pensaban una cosa y otros otra.
8. Los saduceos dicen que los muertos no pueden volver a vivir, y que no existen los ángeles ni los espíritus. Pero los fariseos sí creen en todo eso.
9. Se armó entonces un gran alboroto, en el que todos gritaban. Algunos maestros de la Ley, que eran fariseos, dijeron: «No creemos que este hombre sea culpable de nada. Tal vez un ángel o un espíritu le ha hablado.»
12-14. Al día siguiente, unos cuarenta judíos se pusieron de acuerdo para matar a Pablo. Fueron entonces a ver a los sacerdotes principales y a los líderes del país, y les dijeron:—Hemos jurado no comer ni beber nada, hasta que hayamos matado a Pablo. Que una maldición caiga sobre nosotros, si no cumplimos nuestro juramento.
23-24. El jefe de los guardias llamó a dos de sus capitanes y les dio esta orden: «Preparen a doscientos soldados que vayan a pie, setenta soldados que vayan a caballo, y doscientos soldados con lanzas. Preparen también un caballo para Pablo. Quiero que a las nueve de la noche vayan a la ciudad de Cesarea, y que lleven a Pablo ante el gobernador Félix. Asegúrense de que a Pablo no le pase nada malo.»