3. Y le reclamaron:—¡Tú entraste en la casa de gente que no es judía, y hasta comiste con ellos!
4. Pedro empezó a explicarles todo lo que había pasado:
5. —Un día, yo estaba orando en el puerto de Jope. De pronto, tuve una visión: Vi que del cielo bajaba algo como un gran manto, colgado de las cuatro puntas.
6. Miré con atención, y en el manto había toda clase de animales domésticos y salvajes, y también serpientes y aves.
7. Luego oí la voz de Dios, que me dijo: “Pedro, levántate; mata y come de estos animales.”
8. »Yo le respondí: “¡No, Señor, de ninguna manera! Nuestra ley no nos permite comer carne de esos animales. Yo jamás he comido alimentos prohibidos.”
9. »Pero Dios me dijo: “Si yo digo que puedes comer de estos animales, no digas que eso es malo.”
23-24. Bernabé era un hombre bueno, que tenía el poder del Espíritu Santo y confiaba solamente en el Señor. Cuando Bernabé llegó y vio que Dios había bendecido a toda esa gente, se alegró mucho y los animó para que siguieran siendo fieles y obedientes al Señor. Y fueron muchos los que escucharon a Bernabé y obedecieron el mensaje de Dios.
25. De allí, Bernabé se fue a la ciudad de Tarso, para buscar a Saulo.
26. Cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Allí estuvieron un año con toda la gente de la iglesia, y enseñaron a muchas personas. Fue allí, en Antioquía, donde por primera vez la gente comenzó a llamar cristianos a los seguidores de Jesús.
27. En ese tiempo, unos profetas fueron de Jerusalén a Antioquía.
28. Uno de ellos, llamado Agabo, recibió la ayuda del Espíritu Santo y anunció que mucha gente en el mundo no tendría nada para comer. Y esto ocurrió, en verdad, cuando el emperador Claudio gobernaba en Roma.
29. Los seguidores de Jesús en Antioquía se pusieron de acuerdo para ayudar a los cristianos en la región de Judea, y cada uno dio todo lo que pudo dar.
30. Entonces Bernabé y Saulo llevaron el dinero a Jerusalén, y lo entregaron a los líderes de la iglesia.