1-4. Daniel también escribió:«Un día, yo estaba leyendo el libro del profeta Jeremías. Cuando llegué al pasaje donde Dios le anuncia al profeta que Jerusalén quedaría destruida durante setenta años, decidí ayunar. Luego me vestí con ropas ásperas, me senté sobre ceniza, y comencé a pedirle a Dios por mi pueblo. Cuando esto sucedió, el rey Darío llevaba un año de reinar sobre los babilonios. Darío era hijo del rey Asuero, y pertenecía al pueblo de los medos.»Yo le dije a Dios en mi oración:“Dios mío, tú eres grande y poderoso. Tú siempre cumples lo que prometes, y muestras tu amor a quienes te aman y te obedecen. Por eso, tengo que reconocer
10-14. No te hemos hecho caso, ni hemos obedecido las enseñanzas que nos diste por medio de tus profetas. No te hemos buscado, ni hemos dejado de hacer lo malo.”Dios nuestro, tú ya nos lo habías advertido. Si no nos portábamos bien, caerían sobre nosotros maldiciones y castigos. Así nos lo había enseñado Moisés, que siempre estuvo a tu servicio. Y ya has cumplido tus amenazas contra nosotros y nuestros gobernantes. Nunca antes habías castigado a nadie como nos has castigado a nosotros. ¡La destrucción de Jerusalén ha sido terrible! Pero tú eres justo en todo lo que haces. Tú eres nuestro Dios, y ni así te hemos escuchado.