31. En ese momento llegó el etíope y le dijo al rey:—¡Traigo a Su Majestad buenas noticias! ¡Dios ha castigado a los que se rebelaron contra usted!
32. Pero el rey le preguntó:—¿Cómo está el joven Absalón?El etíope le contestó:—¡Quiera Dios que todos los enemigos del rey mueran como ese muchacho!
33. El rey David se puso muy triste y se fue a llorar al cuarto que estaba sobre la entrada de Mahanaim. Mientras iba subiendo, decía: «¡Absalón, hijo mío! ¡Absalón, hijo mío! ¡Cómo quisiera yo haber muerto en tu lugar!»