2-3. “Cuando los israelitas salieron de Egipto, los amalecitas los trataron muy mal. Por eso ahora voy a castigarlos. Anda, ataca a los amalecitas y destruye todo lo que tienen. Mata a hombres, mujeres y niños, y a sus toros, ovejas, camellos y burros. No le perdones la vida a nadie”».
14. Samuel le preguntó:—Si en verdad las has cumplido, ¿de quién son esas ovejas y esos toros?
15. Y Saúl le respondió:—Son los mejores animales que los soldados les quitaron a los amalecitas. Los trajeron para presentárselos como ofrenda a nuestro Dios. Todo lo demás lo destruimos.
16. Pero Samuel se enojó y le dijo a Saúl:—¡Silencio! Ahora voy a decirte lo que Dios me dijo anoche.—¿Qué fue lo que te dijo? —preguntó Saúl.
17. Y Samuel le contestó:—Aunque tú mismo reconocías que no valías gran cosa, Dios te hizo rey de Israel.
18. Luego, Dios te ordenó claramente que destruyeras a los amalecitas y todo lo que les pertenecía.
19. ¿Por qué desobedeciste sus órdenes? ¿Por qué te quedaste con lo mejor del ganado de los amalecitas?
20. Y Saúl respondió:—Yo estoy seguro de haber obedecido a Dios. Lo que me ordenó hacer, lo hice. Acabé con todos los amalecitas, y al único que dejé con vida fue al rey Agag.