25. Prepare un ejército como el que tenía antes de la guerra; reúna nuevamente caballos y carros de guerra. Después iremos a luchar contra los israelitas en el campo y seguramente los vamos a vencer.El rey de Siria siguió el consejo.
26. Un año después, Ben-hadad reunió al ejército sirio y fue a Afec a luchar contra Israel.
27. También los israelitas inspeccionaron su ejército. Luego tomaron los alimentos y el equipo necesario, y salieron a atacar al ejército de Siria. El ejército de Israel era tan pequeño que, comparado con el ejército de Siria, parecía como dos rebaños de cabras en el campo.
28. Un profeta de Dios fue a ver al rey de Israel y le dijo: «Dios quiere que sepas lo que ha dicho el rey de Siria. Según este rey, el Dios de Israel sólo reina en las montañas y no en el campo. Por eso te dará la victoria sobre este gran ejército sirio. Así sabrás que él es el único Dios».
29. El ejército de Siria y el de Israel estuvieron acampando frente a frente durante siete días. El séptimo día se desató la batalla. Ese día los israelitas mataron a mil soldados sirios que iban a pie.
30. El resto del ejército sirio se escapó a la ciudad de Afec. Pero la muralla de la ciudad cayó encima de los veintisiete mil hombres que habían escapado.Ben-hadad también escapó y se escondió en una habitación, en una casa de la ciudad.
31. Sus oficiales le dijeron:—Hemos escuchado que los reyes de Israel siempre cumplen sus compromisos. Nos vestiremos con ropas ásperas, para mostrar nuestra tristeza por tantas muertes. Además nos pondremos una soga alrededor del cuello para mostrar que nos rendimos. Iremos ante el rey de Israel y le pediremos que le perdone la vida.
32. Los oficiales se pusieron ropas ásperas y una soga al cuello. Después fueron a ver al rey de Israel y le dijeron:—Su servidor Ben-hadad le ruega que le perdone la vida.Ahab les preguntó:—¿Ben-hadad vive todavía? Él es mi amigo.
33. A los hombres les pareció una buena señal lo que dijo el rey de Israel, y rápidamente contestaron:—¡Sí, Ben-hadad es su amigo!Entonces el rey de Israel agregó:—¡Vayan y tráiganlo!Ben-hadad fue a ver a Ahab y éste lo invitó a subir a su carro.
34. Después Ben-hadad le dijo:—Te voy a devolver las ciudades que mi padre le quitó al tuyo. Tú puedes poner negocios en Damasco, como hizo mi padre en Samaria.Ahab le contestó:—Entonces yo te dejaré ir.Así que Ahab hizo este pacto con Ben-hadad y lo dejó ir.
35. Después, un hombre que pertenecía al grupo de los profetas de Dios le dijo a uno de sus compañeros:—Dios ordena que me hieras. Por favor, hazlo.Pero su compañero no quiso herirlo.
36. Entonces el profeta le dijo:—Tan pronto te separes de mí, te matará un león, pues no quisiste obedecer a Dios.Y así fue. Tan pronto como el hombre se separó del profeta, vino un león y lo mató.
37. Después el profeta encontró a otro hombre y le dijo:—Te ruego que me hieras.El hombre lo golpeó y lo hirió.
38. Entonces el profeta partió y fue a esperar al rey en el camino. Se puso una venda sobre los ojos para disfrazarse,
39. y cuando el rey pasó, el profeta le gritó:—Yo estuve en la batalla. Un soldado salió, trajo a un hombre del ejército enemigo y me pidió que lo cuidara. Me dijo que si se escapaba, él me mataría, pero que si le pagaba tres mil monedas de plata, me perdonaría.
40. Pero como yo estaba muy ocupado en otras cosas, el prisionero se escapó.Entonces el rey le contestó:—Tú mismo has dicho cuál es el castigo que mereces. Lo recibirás.