36. Cuando llegó el momento de quemar el toro, el profeta Elías se acercó y le pidió a Dios:«¡Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob! Haz que hoy todos sepan que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu servidor, y que he hecho todo esto porque tú me lo has pedido.
37. Contéstame, mi Dios; contéstame para que este pueblo sepa que tú eres Dios, y que deseas que ellos se acerquen a ti».
38. En ese momento, Dios mandó fuego, y quemó el toro, la leña y hasta las piedras y el polvo. ¡También el agua que estaba en la zanja se evaporó!
39. Cuando todo el pueblo vio eso, se inclinó hasta tocar el suelo con su frente y dijo: «¡El Dios de Israel es el Dios verdadero! ¡Él es el Dios verdadero!»
40. Entonces Elías les dijo:—¡Atrapen a los profetas de Baal! ¡Que no se escape ninguno!El pueblo los atrapó, y Elías los llevó al arroyo Quisón y allí los mató.
41. Después Elías le dijo a Ahab:—Vete a comer y a beber, porque ya se oye el ruido del aguacero.
42. Así que Ahab se fue a comer y a beber. Elías subió a lo alto del monte Carmelo, allí se arrodilló en el suelo y apoyó su cara entre las rodillas.
43. Después le dijo a su ayudante:—Ve y mira hacia el mar.El ayudante fue, miró y le dijo:—No se ve nada.Elías le dijo:—Vuelve siete veces.
44. Después de ir siete veces, el ayudante le dijo a Elías:—¡Se ve una pequeña nube del tamaño de una mano! Está subiendo del mar.Entonces Elías le dijo:—Ve a decirle a Ahab que prepare su carro y se vaya antes de que empiece a llover y no pueda salir.
45. Enseguida, las nubes se oscurecieron, el viento sopló fuertemente y cayó un gran aguacero. Ahab subió a su carro y salió de prisa rumbo a la ciudad de Jezreel.
46. Por su parte, Elías se amarró bien la capa y también salió rumbo a Jezreel, pero llegó primero que Ahab, porque Dios le dio fuerzas.