28. Y llegado a casa, los ciegos vinieron a Él; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos le dijeron: Sí, Señor.
29. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.
30. Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.
31. Pero cuando ellos salieron, divulgaron su fama por toda aquella tierra.
32. Y al salir ellos, he aquí, le trajeron a un hombre mudo, endemoniado.
33. Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y las multitudes se maravillaban, y decían: Jamás se había visto cosa semejante en Israel.
34. Pero los fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
35. Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y todo achaque en el pueblo.
36. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
37. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.
38. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.