25. Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, oyendo de Él, vino y se postró a sus pies.
26. Y la mujer era griega, sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
27. Pero Jesús le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien quitar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
28. Y ella respondió y le dijo: Sí, Señor, pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
29. Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
30. Y cuando ella llegó a su casa, halló que el demonio había salido, y a su hija acostada sobre la cama.
31. Y saliendo otra vez de la región de Tiro y de Sidón, vino al mar de Galilea, a través de las costas de Decápolis.
32. Y le trajeron a uno que era sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera su mano sobre él.
33. Y tomándole aparte de la multitud, metió sus dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;
34. y alzando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata; que es: Sé abierto.
35. Y al instante sus oídos fueron abiertos, y fue suelta la atadura de su lengua, y hablaba bien.