17. Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.
18. Y entrando Él en la barca, el que había estado poseído del demonio le rogaba que le dejase estar con Él.
19. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
20. Y yéndose, comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho con él; y todos se maravillaban.
21. Y cuando Jesús pasó otra vez en una barca al otro lado; una gran multitud se reunió alrededor de Él; y Él estaba junto al mar.
22. Y he aquí, vino uno de los príncipes de la sinagoga llamado Jairo, y luego que le vio, se postró a sus pies,
23. y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está a punto de morir; ven y pon tus manos sobre ella para que sea sana, y vivirá.
24. Y Jesús fue con él, y mucha gente le seguía, y le apretaban.
25. Y una mujer que padecía flujo de sangre por ya doce años,
26. y había sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y no había mejorado, antes le iba peor,
27. cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud y tocó su manto.
28. Porque decía: Si tan sólo tocare su manto, seré sana.
29. Y al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba sana de aquel azote.
30. Y enseguida Jesús, sabiendo en sí mismo el poder que había salido de Él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mi manto?
31. Y le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
32. Pero Él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.
33. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de Él, y le dijo toda la verdad.
34. Y Él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz, y queda sana de tu azote.
35. Mientras Él aún hablaba, vinieron unos de la casa del príncipe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?