1. Desciende y siéntate en el polvo, virgen hija de Babilonia, siéntate en la tierra sin trono, hija de los caldeos; porque nunca más te llamarán tierna y delicada.
2. Toma el molino, y muele harina: descubre tus guedejas, descalza los pies, descubre las piernas, pasa los ríos.
3. Descubierta será tu desnudez, tu vergüenza será vista; tomaré venganza, y no te encontraré como hombre.
4. Nuestro Redentor, Jehová de los ejércitos es su nombre, el Santo de Israel.
5. Siéntate, calla, y entra en tinieblas, hija de los caldeos; porque nunca más te llamarán señora de reinos.
6. Me enojé contra mi pueblo, profané mi heredad, y los entregué en tu mano; no les tuviste misericordia; sobre el anciano agravaste mucho tu yugo.
7. Y dijiste: Para siempre seré señora; y no has pensado en esto, ni te acordaste de tu postrimería.
8. Oye, pues, ahora esto, tú que eres dada a los placeres, la que está sentada confiadamente, la que dice en su corazón: Yo soy, y fuera de mí no hay más; no quedaré viuda, ni conoceré orfandad.