23. Porque el marido es cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia; y Él es el Salvador del cuerpo.
24. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus propios maridos en todo.
25. Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella;
26. para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la palabra,
27. para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha.
28. Así los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama.
29. Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la sustenta y la cuida, como también el Señor a la iglesia;
30. porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
31. Por esto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne.
32. Este misterio grande es; mas yo hablo en cuanto a Cristo y a la iglesia.