8. (Debajo de las alas de los querubines se veía algo semejante a la mano de un hombre.)
9. Me fijé, y al lado de los querubines vi cuatro ruedas, una junto a cada uno de ellos. Las ruedas tenían un aspecto brillante como el crisólito.
10. Las cuatro ruedas se asemejaban, y parecía como si una rueda estuviera encajada en la otra.
11. Al avanzar, podían hacerlo en las cuatro direcciones sin necesidad de volverse. Avanzaban en la dirección a que apuntaba la cabeza del querubín, y no tenían que volverse.