27. Por lo tanto, yo le ruego a Su Majestad aceptar el consejo que le voy a dar: Renuncie usted a sus pecados y actúe con justicia; renuncie a su maldad y sea bondadoso con los oprimidos. Tal vez entonces su prosperidad vuelva a ser la de antes.»
28. En efecto, todo esto le sucedió al rey Nabucodonosor.
29. Doce meses después, mientras daba un paseo por la terraza del palacio real de Babilonia,
30. exclamó: «¡Miren la gran Babilonia que he construido como capital del reino! ¡La he construido con mi gran poder, para mi propia honra!»
31. No había terminado de hablar cuando, desde el cielo, se escuchó una voz que decía:«Éste es el decreto en cuanto a ti, rey Nabucodonosor. Tu autoridad real se te ha quitado.