30. Los demás soldados huyeron a Afec, pero la muralla de la ciudad se desplomó sobre veintisiete mil de ellos.Ben Adad, que también se había escapado a la ciudad, andaba de escondite en escondite.
31. Entonces sus funcionarios le dijeron: «Hemos oído decir que los reyes del linaje de Israel son compasivos. Rindámonos ante el rey de Israel y pidámosle perdón. Tal vez le perdone a usted la vida.»
32. Se presentaron entonces ante el rey de Israel, se rindieron ante él y le rogaron:—Su siervo Ben Adad dice: “Por favor, perdóname la vida.”—¿Todavía está vivo? —preguntó el rey—. ¡Pero si es mi hermano!
33. Los hombres tomaron esa respuesta como un buen augurio y, aprovechando la ocasión, exclamaron:—¡Claro que sí, Ben Adad es su hermano!—Vayan por él —dijo el rey.Cuando Ben Adad se presentó ante Acab, éste lo hizo subir a su carro de combate. Entonces Ben Adad le propuso:
34. —Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo, y podrás establecer zonas de mercado en Damasco, como lo hizo mi padre en Samaria.Acab le respondió:—Sobre esa base, te dejaré en libertad.Y así firmó un tratado con él, y lo dejó ir.
35. En obediencia a la palabra del Señor, un miembro de la comunidad de profetas le dijo a otro:—¡Golpéame!Pero aquél se negó a hacerlo.
36. Entonces el profeta dijo:—Por cuanto no has obedecido al Señor, tan pronto como nos separemos te matará un león.Y después de que el profeta se fue, un león le salió al paso y lo mató.
37. Más adelante, el mismo profeta encontró a otro hombre y le dijo: «¡Golpéame!» Así que el hombre lo golpeó y lo hirió.
38. Luego el profeta salió a esperar al rey a la vera del camino, cubierto el rostro con un antifaz.
39. Cuando pasaba el rey, el profeta le gritó:—Este servidor de Su Majestad entró en lo más reñido de la batalla. Allí alguien se me presentó con un prisionero y me dijo: “Hazte cargo de este hombre. Si se te escapa, pagarás su vida con la tuya, o con tres mil monedas de plata.”