8. El cuarto de la planta alta, donde nos reuníamos, estaba iluminado con muchas lámparas que titilaban.
9. Como Pablo hablaba y hablaba, a un joven llamado Eutico, que estaba sentado en el borde de la ventana, le dio mucho sueño. Finalmente se quedó profundamente dormido y se cayó desde el tercer piso y murió.
10. Pablo bajó, se inclinó sobre él y lo tomó en sus brazos. «No se preocupen —les dijo—, ¡está vivo!».
11. Entonces todos regresaron al cuarto de arriba, participaron de la Cena del Señor y comieron juntos. Pablo siguió hablándoles hasta el amanecer y luego se fue.
12. Mientras tanto, llevaron al joven a su casa ileso y todos sintieron un gran alivio.
13. Pablo viajó por tierra hasta Asón, donde había arreglado que nos encontráramos con él, y nosotros viajamos por barco.
14. Allí él se unió a nosotros, y juntos navegamos a Mitilene.
15. Al otro día, navegamos frente a la isla de Quío. Al día siguiente, cruzamos hasta la isla de Samos y, un día después, llegamos a Mileto.
16. Pablo había decidido navegar sin detenerse en Éfeso porque no quería pasar más tiempo en la provincia de Asia. Se apresuraba a llegar a Jerusalén, de ser posible, para el Festival de Pentecostés.
17. Cuando llegamos a Mileto, Pablo envió un mensaje a los ancianos de la iglesia de Éfeso para pedirles que vinieran a su encuentro.
18. Cuando llegaron, Pablo declaró: «Ustedes saben que desde el día que pisé la provincia de Asia hasta ahora,
19. he hecho el trabajo del Señor con humildad y con muchas lágrimas. He soportado las pruebas que me vinieron como consecuencia de las conspiraciones de los judíos.
20. Nunca me eché para atrás a la hora de decirles lo que necesitaban oír, ya fuera en público o en sus casas.
21. He tenido un solo mensaje para los judíos y los griegos por igual: la necesidad de arrepentirse del pecado, de volver a Dios y de tener fe en nuestro Señor Jesucristo.
22. »Ahora estoy obligado por el Espíritu a ir a Jerusalén. No sé lo que me espera allí,
23. solo que el Espíritu Santo me dice que en ciudad tras ciudad, me esperan cárcel y sufrimiento;
24. pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios.
25. »Y ahora sé que ninguno de ustedes, a quienes les he predicado del reino, volverá a verme.
26. Declaro hoy que he sido fiel. Si alguien sufre la muerte eterna, no será mi culpa,