24. Así que estaban todos adentro del templo para ofrecer sacrificios y ofrendas quemadas. Ahora bien, Jehú había puesto a ochenta de sus hombres fuera del edificio y les había advertido: «Si dejan que alguno se escape, pagarán con su propia vida».
25. Apenas Jehú terminó de sacrificar la ofrenda quemada, les ordenó a sus guardias y oficiales: «¡Entren y mátenlos a todos! ¡Que no escape nadie!». Así que los guardias y oficiales los mataron a filo de espada y arrastraron los cuerpos fuera. Luego los hombres de Jehú entraron en la fortaleza más recóndita del templo de Baal
26. y sacaron a rastras la columna sagrada que se usaba para rendir culto a Baal y la quemaron.
27. Destrozaron la columna sagrada, demolieron el templo de Baal y lo convirtieron en un baño público; y así quedó hasta el día de hoy.
28. De esa forma, Jehú destruyó todo rastro del culto a Baal en Israel.
29. Sin embargo, no destruyó los becerros de oro que estaban en Betel y en Dan, con los cuales Jeroboam, hijo de Nabat, había hecho pecar a Israel.
30. No obstante, el Señor le dijo a Jehú: «Hiciste bien al seguir mis instrucciones de destruir a la familia de Acab. Por lo tanto, tus descendientes serán reyes de Israel hasta la cuarta generación»;
31. pero Jehú no obedeció con todo el corazón la ley del Señor, Dios de Israel. Se negó a abandonar los pecados que Jeroboam hizo cometer a Israel.
32. Por ese tiempo, el Señor comenzó a reducir el tamaño del territorio de Israel. El rey Hazael conquistó varias regiones del país