2. Me duele el corazón y siento día y noche un gran dolor.
3. Estaría dispuesto a condenarme eternamente lejos de Cristo, si con ello mis hermanos, los de mi propia raza, se salvaran.
4. El pueblo de Israel fue adoptado como hijo de Dios. El Señor le mostró su gloria divina; le dio los pactos, la ley, el culto y las promesas.
5. Los israelitas son descendientes de los patriarcas, y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, que es Dios sobre todas las cosas. ¡Bendito sea para siempre! Amén.
6. Entonces, ¿perdieron valor las promesas de Dios? No.Lo que pasa es que no todos los que descienden de Israel son el verdadero pueblo de Israel.
7. El simple hecho de descender de Abraham no los hace verdaderos hijos de Abraham. Por eso las Escrituras dicen que las promesas se aplican sólo a un hijo de Abraham, Isaac.
8. Esto quiere decir que no todos los hijos de Abraham son hijos de Dios. Solo se les considera verdaderos hijos, a los que lo son en cumplimiento de la promesa de Dios.
9. Porque lo que el Señor prometió fue esto: “El año que viene volveré y Sara tendrá un hijo”.
11-13. Cuando ella estaba a punto de dar a luz mellizos, y antes que éstos hicieran algo bueno o malo, Dios le dijo: “Esaú, el mayor, servirá a Jacob, el menor.” Como dicen las Escrituras: “Amé a Jacob y aborrecí a Esaú”. Así confirmó Dios su propósito de elegir a quién él quiere llamar, sin tomar en cuenta lo que la persona haya hecho.
14. Ante todo esto, ¿qué podemos decir? ¿Es Dios injusto? ¡Claro que no!
15. Es un hecho que Dios le dijo a Moisés:“Tendré misericordia de quien yo quiera, y de quien yo quiera me apiadaré”.
16. Por eso, las bendiciones de Dios no las obtienen quienes las quieran, ni quienes se esfuercen por obtenerlas. Dependen de que Dios tenga misericordia de ellos,
17. porque la Escritura le dice esto al faraón:“Te hice rey precisamente para mostrar en ti mi poder y para que mi nombre sea proclamado en el mundo entero.”
18. Como ven, Dios se apiada de quien él quiere, y endurece a quien él quiere endurecer.
19. Entonces, me dirás: “¿Por qué nos condena Dios si nadie puede oponerse a lo que él quiere hacer?”
20. Y yo respondo: “¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? ¿Podrá un objeto decirle a quien lo hizo: `¿Por qué me has hecho así?’”
21. El que hace vasos de barro, ¿no tiene acaso el derecho de hacer con el mismo barro una vasija para usos especiales y otra que sirva para uso común?