Mateo 9:20-37 Nueva Biblia al Día (NBD)

20. Mientras iban, una mujer que llevaba doce años enferma de un derrame de sangre, se acercó por detrás y tocó el borde del manto de Jesús.

21. Ella pensaba que si lo tocaba sanaría.

22. Jesús se volvió y le dijo:—Hija, tu fe te ha sanado. Vete tranquila.Y la mujer sanó en aquel mismo momento.

23. Al llegar a la casa del jefe judío y escuchar el alboroto de los presentes y la música fúnebre,

24. Jesús dijo:—Salgan de aquí. La niña no está muerta, sólo está dormida.La gente se rió de Jesús,

25. y todos salieron. Jesús entró donde estaba la niña y la tomó de la mano. ¡Y la niña se levantó sana!

26. La noticia de este milagro se difundió por toda aquella región.

27. Cuando regresaba de la casa del jefe judío, dos ciegos lo siguieron gritando:—¡Hijo de David, apiádate de nosotros!

28. Al llegar a la casa, Jesús les preguntó:—¿Creen que puedo devolverles la vista?—Sí, Señor —le contestaron—; creemos.

29. Entonces él les tocó los ojos y dijo: —Hágase realidad lo que han creído.

30. ¡Y recobraron la vista!Jesús les pidió encarecidamente que no se lo contaran a nadie,

31. pero apenas salieron de allí se pusieron a divulgar por aquellos lugares lo que Jesús había hecho.

32. Cuando se fueron los ciegos, le llevaron a la casa a un hombre que había quedado mudo por culpa de demonios que se le habían metido.

33. Tan pronto como Jesús los echó fuera, el hombre pudo hablar. La gente, maravillada, exclamó:«¡Jamás habíamos visto algo semejante en Israel!»

34. En cambio, los fariseos decían:«Él puede echar fuera demonios porque tiene dentro al mismísimo príncipe de los demonios».

35. Jesús recorría las ciudades y los pueblos de la región enseñando en las sinagogas, predicando las buenas nuevas del reino y sanando a la gente de sus enfermedades y dolencias.

36. Al ver a las multitudes, sintió compasión de ellas, porque eran como ovejas desamparadas y dispersas que no tienen pastor.

37. «¡Es tan grande la mies y hay tan pocos obreros!» —les dijo a los discípulos—. «Pidan que el Señor de la mies consiga más obreros para sus campos».

Mateo 9