35. —¡Aunque me cueste la vida, no te negaré! —insistió Pedro.Y los demás discípulos dijeron lo mismo.
36. Entonces se los llevó al huerto de Getsemaní, y les pidió que se sentaran y lo esperaran mientras entraba al huerto a orar.
37. Entró con Pedro y los dos hijos de Zebedeo (Jacobo y Juan). Ya a solas los cuatro, se fue llenando de indescriptible tristeza y de profunda angustia.
38. «Tengo el alma llena de tristeza y angustia mortal. Quédense aquí conmigo. No se duerman».
39. Se apartó un poco, se postró rostro en tierra y oró:«Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa. Pero hágase lo que tú quieres y no lo que quiera yo».
40. Cuando fue adonde había dejado a los tres discípulos, los halló dormidos.«Pedro —dijo—, ¿no pudieron quedarse despiertos conmigo ni siquiera una hora?
41. Manténganse despiertos y oren, para que la tentación no los venza. Porque es cierto que el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
42. Y se apartó de nuevo a orar:«Padre mío, si no puedes apartar de mí esta copa, hágase tu voluntad».
43. Se volvió de nuevo a ellos y los halló dormidos por segunda vez. ¡Tan agotados estaban!
44. Entonces regresó a orar por tercera vez la misma oración.