1. Entonces Jesús, dirigiéndose al gentío y a sus discípulos, dijo:
2. «¡Cualquiera que ve a estos escribas y fariseos creando leyes se creerá que son «Moisés en persona»!
3. Claro, obedézcanlos. ¡Hagan lo que dicen, pero no se les ocurra hacer lo que ellos hacen! Porque ellos mismos no hacen lo que dicen que se debe hacer.
4. Recargan a la gente de mandamientos que ni ellos mismos intentan cumplir.
5. »¡Y luego se dedican a hacer obras de caridad para que los demás los vean! Para aparentar santidad, se ponen en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en las tiras de pergamino o piel más anchas que puedan encontrar, y procuran que los flecos de sus mantos sean más largos que los de los demás.
6. ¡Ah, y les encanta ir a los banquetes y sentarse a las cabeceras de las mesas, e ir a la sinagoga y sentarse en las primeras sillas!
7. Y cuando andan por las calles, les gusta que les digan: “¡Rabí, rabí!”
8. No dejen que nadie los llame así. Sólo el Cristo es Rabíj y todos los hombres están en el mismo nivel de hermanos.
9. Y no llamen a nadie en la tierra “padre”, porque el único digno de ese título es Dios, que está en los cielos.
16-17. ¡Guías ciegos, ay de ustedes!, porque dicen que no importa que se jure en vano por el templo de Dios, pero si alguien jura en vano por el oro del templo, lo condenan. ¡Ciegos insensatos! ¿Qué es más importante, el oro o el templo que santifica el oro?