3-4. Antes que el grueso del ejército emprendiera la marcha hacia Hai, Josué envió treinta mil soldados de entre los más valientes para que se emboscaran detrás de Hai y estuvieran listos para entrar en acción.
22. Los israelitas que estaban dentro de la ciudad salieron y comenzaron a atacar a sus enemigos por la retaguardia. Los hombres de Hai cayeron en la trampa y todos murieron. Ninguno sobrevivió ni escapó,
23. salvo el rey de Hai que fue capturado y llevado a la presencia de Josué.
24. Cuando el ejército de Israel terminó la matanza de todos los que estaban fuera de la ciudad, regresaron y acabaron con todos los que quedaban en ella.
25. De esta manera todos los habitantes de Hai, doce mil en total, fueron exterminados en ese día.
26. Josué había mantenido su lanza señalando hacia Hai hasta que la última persona murió.
27. Solamente el ganado y el botín no fueron destruidos, porque los soldados de Israel conservaron estas cosas para sí mismos. Jehová le había dicho a Josué que podían hacerlo.
28. Así Hai se convirtió en un desolado montón de ruinas, y así permanece hasta el día de hoy.
29. Josué colgó al rey de Hai de un árbol hasta la tarde, pero cuando el sol estaba declinando bajó el cuerpo, lo arrojó frente al portón de la ciudad, y lo cubrió con un montón de piedras que todavía está allí.
30. Luego Josué construyó un altar a Jehová Dios de Israel en el monte Ebal
31. de la manera que Moisés le había ordenado en el libro de la ley. "Hazme un altar de piedras que no hayan sido labradas ni talladas con hierro", había dicho Jehová. Entonces allí los israelitas ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz a Jehová.
32. Y mientras el pueblo de Israel observaba, Josué grabó sobre las piedras del altar cada uno de los Diez Mandamientos.
33. Todo el pueblo de Israel, incluidos los ancianos, los oficiales, los jueces, y los extranjeros que vivían entre el pueblo se dividieron en dos grupos, la mitad de ellos al pie del monte Gerizim y la otra mitad al pie del monte Ebal. Entre ellos estaban de pie los sacerdotes con el Arca, listos para pronunciar la bendición. (Todo esto fue hecho de acuerdo con las instrucciones que Moisés había dejado.)
34. Josué entonces les leyó todas las bendiciones y maldiciones que Moisés había escrito en el libro de la ley de Dios.