4. »De Dios me quejo, y no del hombre. Con razón tengo el espíritu tan atribulado:
5. Mírenme horrorizados y tápense la boca con la mano.
6. Hasta yo me asusto al verme, el horror se apodera de mí, y me estremezco.
7. La verdad es que los malos llegan a una agradable ancianidad, se engrandecen y se hacen poderosos.
8. Alcanzan a ver a sus hijos convertidos en hombres en torno suyo, así como a sus nietos.
9. Sus casas están a salvo de todo temor, y Dios no los castiga.
30-32. que al malvado suele eximírsele en el día de la calamidad, y permitírsele que huya. Nadie lo reprende en público. Nadie le da su merecido. Y una guardia de honor le rinde homenaje en su tumba.
33. Un gran cortejo fúnebre lo precede y lo sigue cuando lo conducen a la mullida tierra que lo ha de cubrir.
34. »¿Cómo pueden ustedes consolarme con palabras tan faltas de fundamento?»