34. En aquel tiempo ya no será necesario que uno al otro se amoneste para conocer al SEÑOR pues cada cual, el grande y el pequeño, realmente me conocerá, dice el SEÑOR, y yo perdonaré y olvidaré sus graves faltas.
35. El SEÑOR que nos da la luz del sol en el día y la luna y las estrellas para que iluminen la noche, y que agita el mar para formar rugientes olas — SEÑOR de los ejércitos es su nombre— dice así:
36. ¡Si yo rechazara a mi pueblo Israel sería como si abrogara las leyes de la naturaleza!
37. Así como es imposible que alguien logre medir los cielos y explorar los cimientos de la tierra, también es imposible que yo piense en desecharlos para siempre por causa de sus graves faltas.
38. Más bien viene el día, dice el, cuando todo Jerusalén será reconstruida por el SEÑOR, desde la torre de Jananel en la esquina nordeste, hasta la Puerta del Ángulo en el noroeste;
39. y desde la colina de Gareb en el suroeste, hasta el otro lado, hasta Goa en el sudeste.
40. Y toda la ciudad, inclusive el cementerio y el botadero de cenizas que se encuentra en el valle, será santa para el SEÑOR, igual que todos los campos hasta el arroyo de Cedrón, y desde allí hasta la puerta del Caballo en el lado oriental de la ciudad; nunca más la volverán a conquistar ni a destruir.