1. ¡Oh Babilonia invicta, ven a sentarte en el polvo, porque tus días de gloria, pompa y honor llegaron a su fin! ¡Oh hija de Caldea, jamás volverás a ser aquella encantadora, tierna y delicada princesa!
2. Toma la pesada piedra y ponte a moler el trigo; quítate el velo, desvístete y exhíbete en público.
3. Desnuda serás puesta en vergüenza. De ti me vengaré y no me arrepentiré.
4. Así dice nuestro Redentor, el cual salvará a Israel del gran poder de Babilonia, el SEÑOR todopoderoso es su nombre, el Santo de Israel:
5. Siéntate callada y en tinieblas, oh Babilonia, jamás se te volverá a llamar «Reina de Reinos».
6. Porque enojado estuve con mi pueblo Israel y comencé a castigarlos un poco permitiendo que cayeran en tus manos, oh Babilonia. Pero fuiste despiadada con ellos. Hasta a los ancianos obligaste a llevar pesadas cargas.
7. Creíste que tu reino no terminaría jamás, reina de los reinos del mundo. No te diste la menor molestia por mi pueblo o en pensar en el destino de quienes lo maltratan.
8. ¡Oh reino ebrio de placeres, que vives a tus anchas, vanagloriándote de ser el más grande de la tierra, escucha la sentencia que mi tribunal dicta sobre tus pecados! Tú dices: «Sólo yo soy dios. No enviudaré jamás, jamás perderé a mis hijos».