29. —Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres —respondieron Pedro y los apóstoles—.
30. El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, al que ustedes mataron colgándolo en una cruz.
31. Luego, con su gran poder, lo exaltó como Príncipe y Salvador, para que el pueblo de Israel se vuelva a Dios y alcance el perdón de sus pecados.
32. Nosotros somos testigos de esas cosas, y también lo es el Espíritu Santo que Dios ha concedido a los que lo obedecen.
33. Al oírlos, los miembros del concilio, rabiando de furia, querían matarlos.