1. Entonces Agripa le dijo a Pablo: —Te damos permiso de que hables para defenderte. Pablo levantó su mano y comenzó así su defensa:
4. »Todos los judíos saben cómo he vivido desde que era un niño, en mi país y también en Jerusalén.
5. Ellos me conocen. Si ellos quisieran, podrían asegurar que viví como fariseo, que es la secta más estricta de nuestra religión.
6. Y ahora me están juzgando por la esperanza que tengo en la promesa que Dios hizo a nuestros antepasados.
7. Ésta es la promesa que nuestras doce tribus de Israel esperan que se cumpla. Por eso adoran y sirven a Dios día y noche. Y es por esta esperanza, oh rey, que me acusan los judíos.
8. ¿Por qué ustedes no creen que Dios resucite a los muertos?
9. »Yo mismo estaba convencido de que debía hacer todo lo posible por destruir el nombre de Jesús de Nazaret.
10. Y eso fue lo que hice en Jerusalén. Con el permiso de los jefes de los sacerdotes, metí en la cárcel a muchos de los santos de Jerusalén. Cuando a éstos los mataban, yo estaba de acuerdo.
11. Muchas veces, en todas las sinagogas, los castigué para obligarlos a renegar. Mi enojo contra ellos era tan grande que hasta en las ciudades del extranjero los perseguía.
12. »A eso iba yo a Damasco con el permiso y la comisión de los jefes de los sacerdotes.