8. De allí Pablo y nosotros fuimos o Cesarea, y nos alojamos en casa de Felipe el evangelista, uno de los primeros siete diáconos.
9. Felipe tenía cuatro hijas solteras que poseían el don de la profecía.
10. Durante nuestra estancia, que se prolongó varios días, un hombre llamado Agabo, profeta también, llegó procedente de Judea
11. y fue o visitarnos. Al ver a Pablo, le quitó el cinturón, se ató con él de pies y manos y dijo:—El Espíritu Santo dice: «Así atarán los judíos de Jerusalén al dueño de este cinturón y lo entregarán o los gentiles».
12. Al escuchar aquello, los creyentes de Cesarea y nosotros le suplicamos que no fuera a Jerusalén.
13. —¿A qué viene tanto llanto? —nos respondió Pablo—. ¿Quieren destrozarme el corazón? Estoy dispuesto no sólo o sufrir las prisiones de Jerusalén sino también o morir por la causa del Señor Jesús.
14. Al darnos cuenta de que no podríamos disuadirlo, nos dimos por vencidos y dijimos:—Hágase la voluntad del Señor.
15. Poco después recogimos el equipaje y partimos hacia Jerusalén,