13. —¿A qué viene tanto llanto? —nos respondió Pablo—. ¿Quieren destrozarme el corazón? Estoy dispuesto no sólo o sufrir las prisiones de Jerusalén sino también o morir por la causa del Señor Jesús.
14. Al darnos cuenta de que no podríamos disuadirlo, nos dimos por vencidos y dijimos:—Hágase la voluntad del Señor.
15. Poco después recogimos el equipaje y partimos hacia Jerusalén,
16. acompañados por varios discípulos de Cesarea, que traían con ellos a Mnasón.En Jerusalén, nos hospedamos en la casa de Mnasón, que era de Chipre y uno de los primeros discípulos.
17. Los hermanos de Jerusalén nos dieron una bienvenida gozosa.
18. Al segundo día, Pablo nos llevó consigo a visitar a Jacobo y a los ancianos que estaban reunidos con él.
19. Luego de intercambiar saludos, les hizo un recuento de lo que Dios había realizado entre los gentiles o través de su persona.
20. Los allí presentes alabaron a Dios, pero le dijeron:—Hermano, como sabes, miles de judíos han creído también, e insisten celosamente en guardar la ley.
21. El caso es que ellos han oído decir que te opones a que los judíos que viven entre los gentiles obedezcan la ley de Moisés y que prohíbes que circunciden a sus niños.
22. ¿Qué vamos a hacer? Todos se van a reunir cuando sepan que has venido.
23. Por eso, se nos ocurre lo siguiente: Aquí tenemos cuatro hombres que se van a rasurar la cabeza para cumplir sus votos.
24. Vé con ellos al templo, aféitate la cabeza y paga para que los afeiten a ellos. Así todo el mundo se convencerá de que obedeces las leyes judaicas y que te comportas con orden.