11. y fue o visitarnos. Al ver a Pablo, le quitó el cinturón, se ató con él de pies y manos y dijo:—El Espíritu Santo dice: «Así atarán los judíos de Jerusalén al dueño de este cinturón y lo entregarán o los gentiles».
12. Al escuchar aquello, los creyentes de Cesarea y nosotros le suplicamos que no fuera a Jerusalén.
13. —¿A qué viene tanto llanto? —nos respondió Pablo—. ¿Quieren destrozarme el corazón? Estoy dispuesto no sólo o sufrir las prisiones de Jerusalén sino también o morir por la causa del Señor Jesús.
14. Al darnos cuenta de que no podríamos disuadirlo, nos dimos por vencidos y dijimos:—Hágase la voluntad del Señor.
15. Poco después recogimos el equipaje y partimos hacia Jerusalén,
16. acompañados por varios discípulos de Cesarea, que traían con ellos a Mnasón.En Jerusalén, nos hospedamos en la casa de Mnasón, que era de Chipre y uno de los primeros discípulos.