37. Pero éste le respondió:—¡Ah, no! ¡Así que a pesar de que somos ciudadanos romanos nos azotan públicamente sin someternos a juicio, nos encarcelan y ahora quieren ponernos en libertad secretamente! ¡No, señor! ¡Qué vengan ellos mismos a sacarnos!
38. Los alguaciles transmitieron a los magistrados estas palabras y éstos, muertos de miedo al enterarse de que Pablo y Silas eran ciudadanos romanos,
39. corrieron a la cárcel a suplicarles que salieran y abandonaran la ciudad.
40. Pablo y Silas entonces regresaron a casa de Lidia y allí volvieron a reunirse con los creyentes para consolarlos una vez más antes de partir.