28. La muchacha corrió hasta la casa para contarle estas cosas a su familia.
29-30. Rebeca tenía un hermano llamado Labán. Cuando éste escuchó todo lo que la muchacha les contó, y además vio el pendiente y los brazaletes que llevaba puestos, salió corriendo hacia el pozo, donde todavía estaba el hombre de pie junto a los camellos.
31. Al verlo, le dijo:—¡Venga, usted, bendito del SEÑOR, y quédese con nosotros! No tiene por qué quedarse aquí afuera. ¡Ya le he preparado un lugar para usted. También hay sitio para los camellos!
32. El criado siguió a Labán a la casa. Luego, Labán les llevó agua, para que el criado y sus acompañantes se lavaran los pies. También les quitó a los camellos las cargas que llevaban y les dio suficiente comida.
33. Cuando les sirvieron la comida, el criado de Abraham dijo:—No quiero comer nada hasta haberles dicho por qué estoy aquí.—Muy bien —dijo Labán—, danos tu mensaje.
34. —Soy siervo de Abraham —explicó—.
35. El SEÑOR ha colmado de bendiciones a mi amo, de modo que él es considerado un gran hombre entre la gente de la tierra donde vive. Dios le ha dado grandes rebaños de ovejas y de vacas, además le ha dado una gran fortuna en plata y oro, y muchos esclavos y esclavas, camellos y burros.
36. Como si esto fuera poco, Sara, la esposa de mi amo, siendo ya muy anciana, le dio un hijo a mi amo. A ese hijo mi amo le ha dado todo lo que posee.
37-38. Y mi amo hizo que yo le prometiera que no dejaría que Isaac se casara con una de las mujeres de Canaán, que es la tierra donde él vive. Por eso, me pidió que viniera a esta lejana tierra, para buscar entre sus familiares una esposa para su hijo.