3-4. El río Nilo se llenará de ranas que entrarán aun a sus cuartos y estarán sobre sus camas. Cada casa de Egipto se llenará de ranas, de modo que hasta se meterán en los hornos y en donde amasan la harina para el pan. ¡Tantas serán las ranas que hasta se treparán sobre sus hombros, y sobre sus funcionarios y sobre toda la gente!»
23. Que haré distinción entre mi pueblo y su pueblo. Dile que todo esto ocurrirá mañana».
24. Y el SEÑOR hizo lo que había dicho, de modo que hubo una terrible plaga de tábanos en el palacio del faraón y en la casa de cada egipcio.
25. El faraón inmediatamente llamó a Moisés y a Aarón y les dijo:—Está bien, vayan y ofrézcanle sacrificios a su Dios, pero háganlo aquí en Egipto. No vayan al desierto.
26. Pero Moisés replicó:—¡Imposible! Los sacrificios al SEÑOR nuestro Dios no son aprobados por los egipcios, y si lo hacemos aquí, delante de sus ojos, nos apedrearán.
27. Tenemos que ir al desierto, a tres días de camino, a ofrecer allí nuestros sacrificios al SEÑOR nuestro Dios, tal como él nos lo ha ordenado.
28. —Está bien, vayan —respondió el faraón—, pero no se vayan demasiado lejos. Ahora, dense prisa y oren por mí.
29. —Sí —dijo Moisés—, le pediré al SEÑOR que haga desaparecer los tábanos, pero te advierto que no debes engañarnos más prometiendo que el pueblo saldrá y cambiando luego de parecer.
30. Moisés salió de la presencia del faraón y le pidió a Dios que librara al país de los tábanos.
31-32. El SEÑOR hizo lo que Moisés le pidió, de modo que los tábanos desaparecieron por completo de la casa del faraón, y de las casas de sus funcionarios y del pueblo en general. Pero el faraón endureció su corazón nuevamente y no permitió que el pueblo fuera a adorar al SEÑOR.