1. Cuando entres en la casa de Dios, ten abiertos los oídos y cerrada la boca. No seas como el necio que ni siquiera reconoce que es pecado hacerle a Dios promesas temerarias, pues él está en el cielo y tú aquí abajo en la tierra; sean, pues, pocas tus palabras. Así como el exceso de ocupaciones produce pesadillas, la necedad te convierte en un necio que dice tonterías.
4. Así, cuando le hables a Dios y le prometas hacer algo, no tardes en cumplirlo. Pues a Dios no le agradan los necios. Cúmplele lo prometido.
5. Es mejor no decir que se va a hacer algo, que decirlo y no hacerlo.
8. Si en cualquier parte del país ves que un rico oprime al pobre haciendo abortar la justicia, no te sorprendas. Pues cada subalterno recibe órdenes de más arriba, y los más altos oficiales tienen la mirada puesta en sus jefes. Así es que la cuestión se hace una maraña de papeleo y burocracia. Y por sobre todos está el rey.
9. ¡Ay, que hubiera un rey dedicado a su nación! Sólo él podría producir orden entre este caos.
10. El que ama el dinero jamás se saciará. ¡Qué locura pensar que el dinero produce felicidad!
11. Cuanto más se tiene, más se gasta, hasta el límite de los ingresos. Entonces, ¿qué ventaja da la riqueza; como no sea verla escaparse por entre los dedos?
12. El que trabaja arduamente duerme tranquilo, coma poco o mucho; pero el rico padece de preocupaciones e insomnio.
13-14. Otro grave problema he observado por doquier: se invierten los ahorros en negocios arriesgados que fracasan, y pronto no queda nada para dejar a los hijos.
15. El que especula, pronto se halla en donde empezó: con las manos vacías.
16. Esto, ya lo dijimos, es un grave problema, pues trabajó mucho para nada. Todo se lo lleva el viento.
17. Pasa el resto de su vida ensombrecido, triste, desalentado, frustrado y enojado.