10. Tomaba para mí cuanto se me antojaba, y no me privaba de ningún goce. Hasta en el trabajo arduo hallé placer. Este gusto fue en verdad la única recompensa de todas mis faenas.
11. Pero mirando cuanto había emprendido, me pareció tan inútil, como perseguir el viento sin que nada valiera realmente la pena.
12. Entonces consideré la sabiduría y la insensatez, y cualquiera llegaría a la misma conclusión que yo:
15. Entonces, me dije: «yo también moriré igual que el necio». Entonces, ¿de qué vale toda mi sabiduría? Así reconocí que aun la sabiduría es vana.
16. Pues nadie se acuerda del sabio ni del necio, y con el paso del tiempo todo cae en el olvido y tanto el sabio como el necio mueren.
17. Así es que ahora detesto la vida, pues es tan irracional; todo es insensatez, ¡es correr tras el viento!
18. Y esto es lo repugnante: que tenga yo que dejar a otros el fruto de mi ardua labor.
19. Y ¿quién podrá decir si mi hijo va a ser sabio o necio? Pero todo lo que tengo irá a sus manos; ¡qué desalentador!