1. Me dije entonces: «¡Anda, alégrate; sáciate de gozo!» Pero descubrí que esto también era vano. Porque es necedad reír todo el tiempo; ¿qué beneficio produce?
10. Tomaba para mí cuanto se me antojaba, y no me privaba de ningún goce. Hasta en el trabajo arduo hallé placer. Este gusto fue en verdad la única recompensa de todas mis faenas.
11. Pero mirando cuanto había emprendido, me pareció tan inútil, como perseguir el viento sin que nada valiera realmente la pena.
12. Entonces consideré la sabiduría y la insensatez, y cualquiera llegaría a la misma conclusión que yo:
13-14. Que la sabiduría es más valiosa que la insensatez, así como la luz es mejor que las tinieblas; pues mientras el sabio ve, el necio está ciego. Y sin embargo observé que al sabio y al necio les espera el mismo final.