21. Fueron, pues, bien atados con sogas y arrojados al horno, con todo y su ropa puesta.
22. Y por estar el horno demasiado caliente, por la orden que había dado el rey en su gran cólera, ¡las llamaradas mataron a los soldados al acercarse al horno para arrojar a los tres jóvenes!
23. Así Sadrac, Mesac y Abednego cayeron atados en medio de las llamas.
24. Pero de pronto, asombrado Nabucodonosor, se levantó a toda prisa y preguntó a sus consejeros:—¿No atamos y arrojamos a tres hombres al horno?Ellos le respondieron:—Así es, Su Majestad.
25. —¡Pero miren!, gritó el rey Nabucodonosor, ¡yo estoy viendo cuatro hombres sueltos, paseándose en medio del fuego, y ni siquiera han sufrido daño de las llamas! ¡Y el cuarto se parece a un dios!
26. Luego Nabucodonosor se acercó lo más posible a la puerta abierta del horno ardiente y gritó:—¡Sadrac, Mesac y Abednego, servidores del Dios altísimo, salgan y vengan aquí!Entonces ellos salieron de en medio del fuego.
27. Los príncipes, gobernadores, capitanes y consejeros se juntaron a su alrededor y comprobaron que el fuego no los había tocado, ni siquiera un pelo de sus cabezas se había chamuscado, su ropa estaba intacta, ¡ni el olor a quemado se les había pegado!
28. Entonces Nabucodonosor dijo:«Digno de todo elogio sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abednego, pues envió su ángel para librar a sus servidores que confiaron en él y desobedecieron la orden del rey, y estaban dispuestos a morir antes que servir o rendir homenaje a cualquier dios que no fuera el de ellos.
29. Por lo tanto doy esta orden: Que cualquier persona de la nación, lengua o pueblo que sea, que hable contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abednego, sea descuartizado y su casa quemada. Pues ningún otro dios es capaz de salvar de esta manera».
30. Luego el rey les dio a Sadrac, Mesac y Abednego una mejor posición que la que tenían antes en la provincia de Babilonia.