21. Sé muy bien cuán grande ha sido mi pecado. Por eso he querido ser el primero de toda la tribu de José en saludarle.
22. Abisay hijo de Sarvia exclamó:—¡Simí merece la muerte por haber maldecido al ungido del SEÑOR!
23. —No hables de esa manera —exclamó David—. Éste no es día para castigar, sino día de celebración. Una vez más soy el rey de Israel.
24. Y volviéndose a Simí le dijo:—Te perdono la vida.
25-26. También llegó de Jerusalén Mefiboset, nieto de Saúl. No se había lavado los pies ni la ropa, ni se había cortado la barba desde el día en que el rey salió de Jerusalén. El rey le preguntó:—¿Por qué no viniste conmigo, Mefiboset?
27. Y él contestó:—Mi rey y señor, mi siervo Siba me engañó. Yo le dije: «Prepara mi burro para que pueda ir con el rey». Como usted sabe, yo soy cojo.
28. Luego Siba me calumnió diciendo que yo me había negado a acompañarle. Pero yo sé que usted es como un ángel de Dios. Haga lo que estime mejor.
29. Después de todo, mi familia y yo no merecíamos sino la muerte; sin embargo, mi señor el rey me ha honrado permitiéndome comer en su propia mesa. ¿Cómo podría yo quejarme?
30. —Muy bien —respondió David—. Mi decisión es que tú y Siba se dividan la tierra por partes iguales.