9. —Gracias, mi señor, rey —contestó ella—. Yo llevaré la culpa si lo critican a usted por ayudarme de esta manera.
10. —No te preocupes. Si alguien te amenaza, avísame. Yo puedo asegurarte que jamás volverá a molestarte.
11. Entonces ella dijo:—Júreme por Dios que no permitirá que nadie le haga daño a mi hijo. No deseo más derramamiento de sangre.—Prometo por Dios —respondió él— que ni un solo cabello de tu hijo caerá a tierra.
12. —Ahora, déjeme que le pida una cosa más —dijo ella.—Habla —contestó él.
13. —¿Por qué no hace usted por todo el pueblo de Dios lo que ha prometido hacer por mí? —preguntó ella—. Usted se ha condenado a sí mismo al tomar esta decisión, pues se ha negado a recibir en casa a su hijo que está desterrado.
14. Todos debemos morir. Nuestras vidas son como el agua que es derramada en tierra, que no puede volverse a recoger. Pero Dios lo bendecirá a usted con una vida más larga si permite que su hijo regrese del destierro.
17. Sí, el rey nos dará paz nuevamente”. Yo sé que usted es como el ángel de Dios y puede discernir entre el bien y el mal. Quiera Dios estar con usted.
18. —Quiero saber una cosa —dijo el rey.—¿De qué se trata, mi señor, el rey? —preguntó ella.
19. —¿Fue Joab quien te envió?Y la mujer respondió:—¿Cómo podría negarlo? Sí, Joab me envió y me dijo lo que tenía que decir.
20. Él lo hizo para que usted pueda ver el asunto desde un ángulo diferente. Pero usted es tan sabio como un ángel de Dios y sabe todo lo que ocurre en la tierra.