9. La mujer entonces le dijo a su marido: «Estoy segura de que este hombre que se detiene de vez en cuando aquí en nuestra casa es un profeta.
10. Hagamos una habitación en la terraza para que, cada vez que venga al pueblo, se quede ahí. Podemos poner una cama, una mesa, una silla y una lámpara. Así, cuando venga, tendrá un lugar donde quedarse».
13. él le dijo a Guiezi:—Dile que apreciamos la bondad que nos ha mostrado. Pregúntale qué podemos hacer por ella. ¿Querrá que diga una palabra en su favor al rey o al jefe del ejército?—No —respondió ella—, estoy perfectamente contenta.
14. —¿Qué podemos hacer por ella? —volvió a preguntarle Eliseo a Guiezi más tarde.Guiezi sugirió:—Ella no tiene hijos, y su marido es ya anciano.
17. Pero era cierto. Pronto la mujer concibió y tuvo un niño, tal como Eliseo lo había profetizado.
18. El niño creció. Un día en que había salido a visitar a su padre, que estaba trabajando con los segadores,