2. Josías hizo lo que agrada al SEÑOR, pues en todo siguió el ejemplo de su antepasado David, sin desviarse en nada.
3-4. En el año dieciocho de su reinado, el rey Josías envió a su secretario Safán hijo de Asalías y nieto de Mesulán, al templo del SEÑOR a visitar al sumo sacerdote Jilquías, y le dijera: «Toma el dinero que reciben los sacerdotes en la puerta de la casa, cuando el pueblo viene a adorar,
5-6. y entrégalo a los administradores de la construcción, para que puedan contratar carpinteros y albañiles para reparar el templo del Señor, y compren madera y piedras para las reparaciones.
7. Los administradores de la construcción no tienen que dar cuenta del dinero, porque son hombres honrados».
8. Un día, el sumo sacerdote Jilquías fue a ver al secretario Safán, y le dijo: «¡He encontrado, en el templo del SEÑOR, un rollo que contiene la ley del SEÑOR!» Y le entregó el rollo a Safán para que lo leyera.
9-10. Cuando Safán informó al rey del progreso de las reparaciones del templo del SEÑOR, también le contó del rollo que Jilquías había encontrado. Entonces Safán se lo leyó al rey.
11. Cuando el rey se enteró de lo que estaba escrito en él, se rasgó la ropa, lleno de temor,
14. Así que el sumo sacerdote Jilquías, Ajicán, Acbor, Safán y Asaías fueron a consultar a la profetisa Huldá, que vivía en el sector nuevo de Jerusalén. Huldá era esposa de Salún hijo de Ticvá y nieto de Jarjás, encargado del vestuario del palacio.
17. Porque el pueblo de Judá me ha abandonado y ha adorado a otros dioses, y ha hecho que mi ira arda contra este lugar, sin que se pueda apagar.
20. La desgracia de este pueblo no ocurrirá sino hasta después de tu muerte, de modo que tú no verás el mal que traeré sobre este lugar”».Y ellos llevaron el mensaje al rey.