3-5. —¡Por supuesto! —contestó el rey Josafat—. Estoy contigo en todo. ¡Estaremos contigo en la batalla! Sin embargo, será bueno que primero lo pongamos a la consideración del SEÑOR.El rey Acab mandó a buscar a cuatrocientos de sus profetas paganos, y cuando éstos llegaron, les preguntó:—¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o no?Y ellos aconsejaron:—¡Vayan a la guerra, porque Dios les dará una gran victoria!
26. ¡Díganles que yo ordeno que pongan a este sujeto en prisión y lo alimenten a pan y agua hasta que yo regrese a salvo de esta batalla!
27. Micaías respondió:—Si regresas sano y salvo, el SEÑOR no ha hablado a través de mí.Entonces, dirigiéndose a los que lo rodeaban, recalcó:—¡Tomen nota de lo que he dicho!
28. Así que el rey de Israel y el rey de Judá subieron contra Ramot de Galaad.
29. El rey de Israel dijo a Josafat:—Me disfrazaré para que nadie pueda reconocerme, pero tú vístete con los trajes reales.Y así lo hicieron.
30. Por su parte, el rey de Siria había dado orden a sus jinetes y cocheros de cumplir estas instrucciones: «¡Despreocúpense de los demás y concéntrense en atrapar al rey de Israel!».
31. De modo que cuando los capitanes de los carros de combate sirios vieron a Josafat, rey de Judá, en sus ropas de gala, lo rodearon para atacarlo, por cuanto suponían que él era el hombre que debían tomar prisionero. Pero Josafat clamó al SEÑOR para que lo salvara, y el SEÑOR hizo que los cocheros vieran su error, y lo dejaran libre.
32. Tan pronto se dieron cuenta de que aquel no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo.