3-5. —¡Por supuesto! —contestó el rey Josafat—. Estoy contigo en todo. ¡Estaremos contigo en la batalla! Sin embargo, será bueno que primero lo pongamos a la consideración del SEÑOR.El rey Acab mandó a buscar a cuatrocientos de sus profetas paganos, y cuando éstos llegaron, les preguntó:—¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o no?Y ellos aconsejaron:—¡Vayan a la guerra, porque Dios les dará una gran victoria!
22. Así que el SEÑOR ha puesto un espíritu de mentira en la boca de tus profetas. ¡En realidad, el SEÑOR ha decidido precisamente lo contrario de lo que ellos te están diciendo!
23. Entonces Sedequías hijo de Quenaná se acercó a Micaías y le pegó una cachetada.—¡Eres un mentiroso! —vociferó—. ¿Cuándo fue que el espíritu de Dios me dejó para entrar en ti?
24. —Lo sabrás pronto —dijo Micaías—, ¡cuando tengas que esconderte en el más oscuro y apartado aposento!
25. —Prendan a este hombre y entréguenlo al gobernador Amón y a mi hijo Joás —ordenó el rey de Israel—.
26. ¡Díganles que yo ordeno que pongan a este sujeto en prisión y lo alimenten a pan y agua hasta que yo regrese a salvo de esta batalla!
27. Micaías respondió:—Si regresas sano y salvo, el SEÑOR no ha hablado a través de mí.Entonces, dirigiéndose a los que lo rodeaban, recalcó:—¡Tomen nota de lo que he dicho!
28. Así que el rey de Israel y el rey de Judá subieron contra Ramot de Galaad.
29. El rey de Israel dijo a Josafat:—Me disfrazaré para que nadie pueda reconocerme, pero tú vístete con los trajes reales.Y así lo hicieron.
30. Por su parte, el rey de Siria había dado orden a sus jinetes y cocheros de cumplir estas instrucciones: «¡Despreocúpense de los demás y concéntrense en atrapar al rey de Israel!».