13. Dios dijo a los que servían en el templo que podían tomar de los alimentos que se ofrecían en el templo; y a los que trabajaban en el altar, que participaran de lo que se presentaba en el altar.
14. De igual manera, el Señor ha ordenado que los que predican el evangelio vivan de ese trabajo.
15. Sin embargo, jamás les he pedido ni un centavo y no les estoy escribiendo para que de ahora en adelante me den dinero. En realidad, prefiero morirme antes que perder la satisfacción de predicarles gratuitamente.
16. No me enorgullezco de predicar las buenas noticias, porque tengo esa encomienda como una obligación y ¡ay de mí si no anuncio el evangelio!
17. Si lo hiciera por voluntad propia, recompensa tendría del Señor; pero ese no es el caso, porque Dios me escogió y me dio esta sagrada encomienda.
18. Entonces, en estas circunstancias, ¿cuál es mi recompensa? Mi recompensa es la satisfacción de predicar el evangelio sin serle una carga económica a nadie, sin demandar mis derechos.
19. Aunque soy libre de todos, de todos me he hecho esclavo, para ganar a cuantos sea posible.
20. Cuando ando con los judíos, soy como uno de ellos para ganarlos; lo mismo hago cuando estoy con los que se someten a la ley de Moisés.
21. Cuando estoy con los que no viven bajo la ley, vivo como ellos (aunque yo siempre estoy bajo la ley de Cristo), con miras a que crean.
22. Cuando estoy con gente débil de conciencia, me hago como ellos también con el propósito de que crean. En otras palabras, trato de acomodarme a todas las personas a fin de salvar algunas de la manera que sea posible.